miércoles, 15 de febrero de 2012

El Queen Mary, un verdadero barco fantasma




Quizás, aparte del Titanic, los barcos más conocidos de la historia fueron llamados “Las Dos Reinas”. Así se conocía cariñosamente al Queen Mary y al Queen Elizabeth, también de la Cunard Line. Durante años, disfrutaron de la fama de ser los buques de pasajeros más cómodos y veloces del mundo.

El Queen Mary, bautizado así en honor a la reina María de Teck, era el segundo barco del mundo de más de 300 metros de eslora, después del Normandie. Podía acomodar lujosamente a casi 2.000 pasajeros y alcanzar una velocidad de 32 nudos. Pronto conquistó la Banda Azul, un reconocimiento que se concedía al buque de pasaje de línea regular en hacer la travesía del Atlántico en el menor tiempo. De hecho, la mantuvo entre los años 1938 y 1952. Aunque podría decirse que ambos buques eran gemelos por su aspecto exterior, en realidad, el Queen Elizabeth fue el trasatlántico más grande construido en ese momento y mantuvo ese récord durante 56 años. Y, para que tengan una idea de lo grandes que eran, ambos tenían más metros de eslora que el Titanic.

Fue construido en los astilleros John Brown & Co. de Glasgow y botado en 1936. La clásica botella no se rompió y rebotó de regreso, haciendo reír a la Reina. Debido a su aspecto esbelto, sus diez cubiertas y su gran velocidad se convirtió en uno de los buques en servicio más populares y proporcionó pingües beneficios a sus propietarios.

Al zarpar de Southampton el 28 de agosto de 1939 se llenó de gente que intentaba huir a América por la amenaza de guerra en Eurpa. Como precaución a los submarinos alemanes, sus portillas fueron disimuladas con una mano de pintura. Permaneció amarrado 6 meses en Nueva York hasta que se decidió utilizarlo como transporte de tropas junto al Normandie y el recién botado Queen Elizabeth. Los colores de la Cunard fueron sustituidos por una capa de gris acorazado. Sus lujosas instalaciones y ornamentos fueron suprimidos y en su lugar se instalaron literas; sus salones fueron ocupados por tumbonas, se drenaron sus piscinas y se le pusieron cañones. Lo que no tocaron fueron sus máquinas. Debido a su exterior gris y a su rápida marcha zigzagueante, le llamaban el “Fantasma Gris”.

Entre 1940 y 1941 transportó soldados neozelandeses a Oriente Medio y Singapur. Posteriormente, cuando EEUU entró en guerra en el mismo 1941, se decidió que transportara las tropas que tenían que concentrarse en Gran Bretaña. Después de unos cuantos viajes más transportando tropas empezó a cubrir con regularidad la ruta del Atlántico Norte, donde se convirtió en el medio de transporte de tropas preeminente en el esfuerzo de guerra. Tenía dos grandes ventajas. La primera era que podía transportar 15.000 hombres en cada viaje y, si se aprovechaban algunas camas en turnos dobles y triples, se podía transportar una división entera (más de 16.000 hombres) en un solo viaje. Su anteriormente elegante comedor se convertía así en un comedor de 24 horas. Todavía hoy conserva el récord por haber transportado más soldados y tripulación que nadie: 16.683 personas. La segunda ventaja era su velocidad, que podía superar los 30 nudos. Era más rápido que cualquier submarino; más todavía: era capaz de maniobrar ante los torpedos alemanes, por lo que podía navegar en las traicioneras aguas del Atlántico Norte sin escolta. Y debía ser así, pues ningún buque escolta podía seguir su marcha.

Su capacidad de zafarse enfureció muchísimo a los alemanes. Tanto es así que se dice que Hitler ofreció 250.000 dólares a quien lo hundiera. Durante el tiempo que duró su servicio en la guerra, transportó en total a más de 1,6 millones de soldados, entre los que había más de un tercio de los soldados americanos que participaron. Winston Churchill llegó a utilizarlo como cuartel general y dijo de él que había reducido la Segunda Guerra Mundial en un año, aunque también había costado la vida a 300 marineros por el suceso del Curacoa.

Cuando partió de Nueva York en 1942 con destino a Gourock, Escocia, al acercarse a aguas británicas le proporcionaron una escolta antiaérea. Se trataba de un crucero ligero llamado Curacoa junto a 6 destructores. Tal y como estaba previsto, se encontraron frente a la costa de Irlanda. Ambos empezaron a navegar en zigzag para evitar los submarinos alemanes. Y mientras uno hacía zig, el otro hacía zag y ya podéis imaginar. El gigantesco Queen Mary chocó con el Curacoa y lo partió en dos. El gigante quedó dañado por debajo de la línea de flotación. Como llevaba 11.000 soldados a bordo no se atrevió a efectuar una operación de salvamento, pues se hubiera convertido en un blanco fácil para cualquier submarino. El Curacoa se hundió con rapidez y de sus 430 tripulantes sólo sobrevivieron 101.

Zarpó de Boston para ser reparado y siguió transportando soldados durante el resto de la guerra. La colisión se convirtió en un secreto hasta 1945. El Almirantazgo, exonerando a su propio barco en una investigación interna, inició una acción legal contra la Cunard por la pérdida del Curacoa. El juez sentenció a favor del Queen Mary, pero el Almirantazgo apeló y el resultado final encontró que ambos buques eran culpables por comunicaciones inadecuadas y estrategias de evasión mal preparadas.

En 1946 fue devuelto a sus propietarios y siguió cruzando el Atlántico. Transportó a gente muy famosa como al hijo mayor de la Reina, el duque de Windsor (anteriormente el rey Eduardo VIII) y la duquesa. Dicha duquesa llegó a traer 88 bultos de equipaje en una sola visita. Tuvo que reservar un camarote sólo para el equipaje. Aunque hoy lo encontremos extravagante, en aquellos días lo normal en los pasajeros de primera clase era cambiarse varias veces de ropa al día. Otros famosos pasajeros fueron Greta Garbo, Gloria Swanson, Clark Gable, David Niven, Bing Crosby, Elizabeth Taylor, Aristóteles Onassis y Mary Pickford, entre muchos otros. Hasta Bob Hope era conocido por ejercitar su swing de golf desde los pisos superiores y Fred Astaire bailó en su salón de baile.

Después de la guerra, la era de los transatlánticos quedó obsoleta al entrar en funcionamiento los vuelos transoceánicos. En 1967, las dos reinas perdían millones de libras al año y la Cunard decidió venderlas o desguazarlas. En septiembre de aquel año, el Queen Mary zarpó de Nueva York en lo que sería su último viaje regular y el Queen Elizabeth (del que iban a hacer lo mismo al año siguiente) zarpaba de Inglaterra en sentido contrario. Las luces de los dos transatlánticos resplandecían en la oscuridad cuando se cruzaron en el Atlántico por última vez, el 25 de septiembre de 1967 a las 2:29 de la madrugada. Sonaron unos toques ensordecedores de las sirenas cuando los buques se despidieron uno del otro mientras ambos capitanes se saludaban con la gorra desde el puente. Sólo un puñado de pasajeros permanecieron despiertos para presenciar el momento. Nunca olvidarían un impresionante espectáculo que jamás se volvería a repetir.

Había hecho 31 años de servicio y seguía siendo uno de los dos buques más grandes del mundo. La ciudad de Long Beach (California) ofreció por él 3.450.000 dólares y suerte, porque si no, el siguiente mejor postor tenía la intención de venderlo como chatarra. Los compradores lo convirtieron en un museo turístico, un hotel y un centro cívico instalado en la misma ciudad.

Gracias a ello, todavía hoy se puede pasear por sus gigantescos espacios que en otro tiempo fuera el alojamiento de soldados que iban a la guerra y recibe más de 1,5 millones de visitantes al año.

El Queen Mary es célebre por sus avistamientos fantasmales y por su inexplicable actividad paranormal. La Puerta 13 de la sala de máquinas tiene el fantasma de un hombre que había muerto aplastado durante trabajos de mantenimiento en una puerta hermética. Muchos visitantes y miembros de la tripulación han descrito haber visto a un hombre joven vestido con un overol azul, caminando cerca de la puerta. El epicentro de las apariciones es la piscina. El fantasma de una mujer vestida con trajes de baño pasados de moda, ha sido reportado con regularidad. También fueron observadas huellas de pisadas mojadas, aún cuando la piscina ha sido vaciada.
Cada lugar embrujado parece tener una dama blanca, y el Queen Mary no es la excepción. Ella pueder ser vista en el Salón de la Reina, bailando sola entre las sombras. Si deseas música con tus apariciones, no serás defraudado. El Queen Mary también tiene un fantasma que ejecuta el piano de cola, cuyas notas fantasmagóricas sobresaltan a los visitantes del barco.

Y, por si no fuera suficiente, pasó de ser “El Fantasma Gris” a ser el barco más embrujado del mundo, con un registro de 55 fantasmas.

Su diseñador, Sir John Brown, de Glasgow, Escocia, que también diseñó el Queen Elizabeth, el Queen Elizabeth 2 y el Royal Yacht Britannia, dijo del Queen Mary fue uno de los mayores logros de estilo británico y la artesanía.


 

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