lunes, 6 de febrero de 2012

Mitos


Un mito (del griego μῦθος, mythos, «relato», «cuento») es un relato que refiere a acontecimientos prodigiosos, protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses, semidioses, héroes o monstruos. Los mitos forman parte del sistema de creencias de una cultura o de una comunidad, la cual los considera historias verdaderas. Su carácter fantástico ha hecho que algunos consideren que los mitos son mentiras y por ello utilicen ambos términos como sinónimos. Sin embargo, los mitos sólo son entendibles en su contexto. Para una persona ajena a éste, los mitos de cierto grupo resultarán inentendibles o absurdos. (Fuente: Wikipedia).
 
El Lobizón

 
Este ser llegó a la Argentina a través de Brasil, y se tiene noticias de él en el Litoral (N.E.).
Si una familia tiene siete hijos varones, la maldición cae sobre el séptimo. Se comenta que es un hombre alto, delgado y con mucho pelo. Antes de convertirse anda muy nervioso y se enoja fácilmente, puede transformarse en los cementerios o cercanías y sobre todo en el momento que el acólito florece y la luna está llena. Se alimenta con carroña y en el momento que anda por el monte puede morder a los desprevenidos.
Cuando muerde o salpica con sangre o saliva a sus víctimas, éstas pueden transformarse.
Según Elena Bossi, para protegerse del lobisón hace falta:
- una bala bendecida en 3 iglesias (7 según otros). No se debe apuntar al bulto más bien a la sombra.
- un cuchillo bendecido que tenga forma de cruz.
- una linterna con pila bendecida (de lo contrario no alumbrará).
- una alpargata (en el momento que se le pega al lobisón con una alpargata, se vuelve persona).
Se lo puede atar; pero debe ser con lana abierta de tejer. Así se queda quietecito en el momento que lo enlazan. Si es perro lobisón hay que sujetarlo del cuello; si es perra lobisona, de la mitad de la espalda (media res).
Hay que herirlo sin que se dé cuenta, de lo contrario atacará y matará.

 

El duende


Se comenta que es un niño que murió sin ser bautizado o un niño malo que golpeó a su madre. Es muy pequeño, lleva un sombrero grande y llora como una criatura. Tiene una mano de hierro y otra de lana, en el momento que se acerca a alguien le pregunta si con cuál mano desea ser golpeado. Algunos comentan que, sin importar la elección, el duende golpeará siempre con la de hierro. Otros, en cambio, aseguran que los desprevenidos eligen la de lana y que es ésta la que en realidad más duele.
Posee unos ojos muy malignos y dientes muy agudos. Suele aparecer a la hora de la siesta o en la noche en los cañadones o quebradas. Tiene predilección para con los niños de corta edad, aunque además golpea sin piedad a los mayores.
En la zona de los Valles Calchaquíes existen dos historias muy curiosas con respecto al duende:Una cuenta que un arqueólogo, internándose en el cerro a horas de la siesta escuchó el llanto de un niño. Al acercarse vio un párvulo en cuclillas y con la cabeza gacha. Cuando le cuestionó si qué le sucedía, el niño alzó su maligno rostro y mostrando sus agudísimos dientes al tiempo que sonreía, le comentó:
- Tatita, mírame los dientes…
El “gringo” salió corriendo tan veloz como las piernas le daban y nunca regresó.
La otra historia, narrada por Lucindo Mamaní, de Tafí del Valle, cuenta que se vió al duende conversando en un zanjón con un niño que estaba a su cuidado (actualmente un prominente médico). Al acercarse don Lucindo, el duende -llamado “enano del zanjón” por los lugareños- salió huyendo.

 

Domingo siete

Eranse una vez dos compadres, uno rico llamado Cosme y otro pobre llamado Beto; el pobre era tan pobre que a veces tenía que recurrir a la ayuda de su compadre; pero éste era bastante avaro y siempre le ponía miles de “peros” para no aflojarle ni un centavo.
Un día el pobre salió en busca de trabajo pues las necesidades eran muchas y los dinerillos pocos… pero esta vez salió con un rumbo distinto al de siempre.
- “Puede que me cambie la suerte” – pensó y se puso en marcha.
Anduvo hasta casi la oración (crepúsculo) y ya perdía las esperanzas en el momento que a lo lejos divisó un rancho….
Al llegar comprobó que estaba abandonado y sentenció volverse antes de que anocheciera. De pronto sintió que venía gente. El susto lo desarrolló dar un salto y se escondió en un tirante del techo.
Eran unos paisanos que el nunca vio. Entraron en la casa, prendieron un fueguito y entre vino y vino iniciaron a cantar:
- Lunes y martes,
y miércoles tres,
jueves y viernes,
y sábado seis…
La convocón se iba animando cada vez más y se largaron a bailar, siempre con los mismos versos.
El pobre Beto se divertía de lo lindo pero con el pasar de las horas y siempre la misma canción se inició a aburrir así pues en el momento que los cantores llegaron a “sábado seis”, el gritó:
- A las cuatro semanas
se ajusta el mes….!
Los hombres pararon de cantar; miraron al lugar desde donde salió la voz y dijeron: – Baje, amigo, ¿que hace allí?…
- Los oí llegar y me asusté.
- No se preocupe compadre, le estamos muy agradecido puesto que nos ayudó a alargar un poco nuestra canción – y en recompensa le dieron una gran cantidad de dinero en oro.
Al llegar a su casa pasao de contento, Beto le comentó a su mujer que fuera a los de Cosme a solicitarle prestado una balanza para medir las onzas regaladas.
Cosme, intrigado por el pedido, untó un plato de la balanza con grasa con la intención de que un poco de lo que fuera pesado quedara en el plato. Al regresar el aparato, notó que en la grasa había polvo de oro y fue inmediatamente a lo de Beto y le cuestionó:
- ¿De donde has sacado oro?
Entretanto Beto le contaba, Cosme planeaba desarrollar lo mismo para ampliar sus arcas; y así lo desarrolló… fue al mismo rancho, se trepó en la misma viga y llegaron los gauchos cantores que prendieron fuego y descorcharon los vinitos y entonaron:
- Lunes y martes,
y miércoles tres,
jueves y viernes,
y sábado seis,
a las cuatro semanas
se ajusta el mes…
La repetición del canto empezó a impacientarlo y en el momento que llegaron a “sábado seis” pegó el grito:
-¡Falta domingo siete!
Los paisanos enardecidos bajaron a Cosme de la viga y en cuanto comenzaron a propinarle una paliza, éste logro zafar y salió como alma que lleva el diablo.
La historia se propagó como un secreto a gritos y así en el momento que alguien comenta algo inoportuno se exclama: “¡ya salió con un Domingo Siete!”.

 
 
Niñito Moro

 
Cuentan que en cierto lugar en la región cuyana existía, hace muchos años, un bosque impenetrable donde habían hecho su guarida unos temibles bandoleros.
Un día, pasó por las cercanías del bosque un matrimonio de paisanos que iban haciendo un largo viaje a caballo y llevando consigo un niñito de pocos meses. El niñito era moro, esto es, aún sin bautizar.
De improviso, fueron sorprendidos los viajeros, por cuatro forajidos, los que sin desarrollar caso a las súplicas del matrimonio, dieron fin con ellos asesinándolos bárbaramente. En los últimos instantes la madre les había rogado que respetaran la vida del niño, pues era moro, sin conseguir conmoverlos. Al contrario, tomando uno de ellos al niño por las piernitas lo estrelló contra un árbol. Por lo tanto se oyó desgarrador, un ¡ay! que lanzó al expirar el niñito.
Internáronse los bandoleros en el bosque y al iniciar a repartirse el botín, vieron aparecer entre las sombras de la tarde que caía un enorme pájaro negro, totalmente desconocido para ellos y el que, luego de describir enormes círculos sobre sus cabezas, lanzó un grito que era como el de un ser humano, repitiendo por tres veces el ¡ay! desgarrador del niñito que acababan de ultimar.
Paralizados de espanto quedaron los bandoleros. Y en el momento que quisieron reaccionar, ya el pájaro había desaparecido.
Cuentan que los bandidos ya no tuvieron sosiego: que a toda hora los perseguía el ¡ay! del niñito moro. Y que, enloquecidos, fueron muriendo uno tras otro, agotados por la sed, el hambre y los remordimientos sin atinar a otra cosa que a taparse los oídos con sus manos para no oír el grito del niñito sin bautismo al que, junto con sus padres, tan bárbaramente asesinaron.



La difunta Correa

En el transcurso del año 1835 un criollo de apellido Bustos fue reclutado en una leva para las montoneras de Facundo Quiroga y llevado por la fuerza a La Rioja. Su mujer, María Antonia Deolinda Correa, desesperada puesto que su esposo iba enfermo, tomó a su hijo y siguió las huellas de la montonera.
Luego de mucho andar -cuenta la leyenda- y en el momento que estaba al borde de sus fuerzas, sedienta y agotada, se dejó caer en la cima de un pequeño cerro. Unos arrieros que pasaron luego por la zona, al ver animales de carroña que revoloteaban se acercaron al cerro y encontraron a la madre muerta y al niño aún con vida, amamantándose de sus pechos. Recogieron al niño, y dieron sepultura a la madre en las proximidades del Cementerio Vallecito, en la cuesta de la sierra Pie de Palo.
Al relacionarse la historia, inició la peregrinación de lugareños hasta la tumba de la “difunta Correa”. Con el tiempo se levantó un oratorio en el que la gente acercaba ofrendas.


 
 Basilisco



Dice la Real Academia Española (Diccionario Karten ilustrado, abril 1975): m. Animal fabuloso al que se atribuía la propiedad de matar con la mirada - Ec. Reptil del tamaño de una iguana pequeña, de hermoso color verde.
Era muy utilizado por nuestros padres y abuelos el término "Esta hecho un basilisco", o "Es un basilisco", en referencia a cuando alguien está como endiablado, enloquecido, enfurecido.
Este reptil es un animal muy extraño, semejante a una lagartija con un solo ojo en la frente redondo y sin párpados. En otros casos lo representan como una animal con cabeza de gallo y cuerpo de serpiente (seguramente proveniente de la mitología europea).
Dice la leyenda que nace de los huevos pequeños y sin yema que ponen algunas gallinas y en algunas regiones se comenta que de los huevos puestos por gallos viejos. Paleari completa este concepto diciendo que nace de "un huevo sin yema puesto por un gallo y empollado por un sapo sobre el estiércol".
El basilisco puede esconderse en cualquier recoveco de la casa y la persona que lo vea al ojo puede morir de inmediato o quedar ciega. Una forma de combatir a este prodigio es lograr que se observe en un espejo y muera del espanto.
Hay que tener cuidado de destruir los huevos antes de que el animal nazca, pues su gestación dura alrededor de un día.
Nos dice Antonio Paleari, en su completísimo Diccionario mágico jujeño, que el término proviene del griego "basiliskós", que significa reyezuelo, rey con menguado reino. Es interesante la relación que hace el mismo Paleari entre este extraño ser y los animales de la mitología azteca, maya o chibcha; quizá estableciendo alguna relación primitiva entre las distintas civilizaciones y sus mitos.
En la zona de Jujuy y parte de la puna el reptil es semejante a cualquier lagarto, pero en la zona de los valles y parte de Tucumán, Santiago y Catamarca, muchos paisanos aseguran que tiene un solo ojo en la frente, como hemos referido anteriormente. Así como un espejo mata al basilisco, Paleari nos dice que el monstruo también muere si es visto antes por un hombre.


 
Caá Porá


Adolfo Colombres en su libro SERES SOBRENATURALES DE LA CULTURA POPULAR ARGENTINA, nos dice que el Caá Porá es un fantasmón del monte de la región guaraní. Es un gigantesco hombre, peludo y que fuma una extraña pipa hecha de un cráneo y una tibia humanos.
Se dice que captura a las personas y las devora chupándolas. Se lo ha descrito de formas contradictorias: una mujer que protege a los animales o un ser gigante y peludo que come crudo a los animales que el hombre hiere y no llega a matar.
Según el mismo Colombres en Misiones y Corrientes, su zona de influencia, este ser aparece montado en un chancho del monte (pecarí) para traer desgracia a los cazadores despiadados.
Desgraciadamente no tenemos datos de como hay que defenderse de este temible ser o que hay que hacer cuando se lo oye en el monte.


La luz mala

El Farol de MandingaNuestro interior provinciano es muy lindo en paisajes y bellezas naturales, pero más bondadosa ha sido la naturaleza con el hombre que habita en esas "soledades"; en esa eterna quietud y paz. Soledad que se convierte en compañía para el espíritu, que le infunde melancolía y le fortifica el alma. Pero no siempre hay tranquilidad en esos parajes; las corridas, los velorios, las fiestas religiosas y las supersticiones mantienen inquieto al hombre de cerro y de campo y le tornan divertida su monótona vida.
La riqueza cultural de nuestra gente es inimaginable; resultado de la fusión de las antiguas culturas aborígenes, del cristianismo, de las soledades y desventuras que en el marco geográfico se desarrollaron a través de años y años. Un tesoro que el hombre de la ciudad por su vida agitada y sofocante muchas veces no conoce, y que forma parte de nuestra tradición.
Entre las supersticiones y leyendas de la gente del campo o de los cerros está la de la "luz mala" o "Farol de Mandinga", mito con trascendencia religiosa que se extiende por casi todo el Noroeste Argentino.
En algunas épocas del año (generalmente las más secas) se suelen ver de entre las pedregosas y áridas quebradas de los cerros del oeste tucumano (Mala Mala, Nuñorco, Muñoz, Negrito, Quilmes, etc), a la oración - de tarde -, o cuando los últimos rayos del sol iluminan las cumbres de los cerros y el intenso frío de la noche va instalándose en los lugares sombreados, una luz especial, un fuego fatuo; producto de gases exhalados por cosas que se hallan enterradas conjugados con los factores climáticos; a ella - con terror y morbosidad - los lugareños denominan "luz mala" o el "farol del diablo".
El día de San Bartolomé (24 de agosto) es el más propicio para verlos, ya que es cuando parece estar más brillante el haz de luz que se levanta del suelo y que, por creencia general, se debe a la influencia maligna, ya que popularmente estiman que es el único día en que Lucifer se ve libre de los detectives celestiales y puede hacer impunemente de las suyas (Ambrosetti, "Supersticiones y leyendas").
La luz es temida también por que imaginan ver en ella el alma de algún difunto que no ha purgado sus penas y que, por ello, sigue de esa forma en la tierra.
Generalmente nadie cava donde sale la luz por el miedo que ésta superstición les ha producido, los pocos que se han aventurado a ver que hay abajo de la luz siempre han encontrado objetos metálicos o alfarería indígena - muchas veces urnas funerarias con restos humanos, lo que aumentó el terror- que al ser destapada despide un gas a veces mortal para el hombre, por lo que los lugareños aconsejan tomar mucho aire antes de abrir o sino hacerlo con un pullo - manta gruesa de lana - o con un poncho, de suerte que el tufo no llegue a ser respirado.
Nos cuenta don Hipólito Marcial que: "La luz blanca que aparece en la falda del cerro es buena, donde entra hay que clavar un puñal y al otro día ir a cavar... va a encontrar oro y plata. De la luz roja huyan o recen el Rosario, se dice que es luz mala, tentación del diablo".
Debido a la continua migración a las ciudades y centros poblados, y por constante progreso estas leyendas van quedando reservadas solo para los mayores; la juventud se preocupa por otras cosas que estima más importante.-

 

El Pombero

Es muy parecido al Duende, pero a diferencia de aquel, se lo ha visto muy pocas veces.
PomberoTiene los pies al revés para dificultar su búsqueda. Puede tomar la forma de cualquier animal. Según Bossi, a la distancia parece un carpincho parado en las patas traseras, sus ojos no son como los nuestros, sino chatos, como los del sapo, y con cejas de pelo largo.
Mira fijo igual que las lechuzas. Tiene la boca grande y alargada y sus dientes son muy blancos.
Se dice que es el dueño de los pájaros y del sol y señor de la noche.
Sale a pasear en los meses de Octubre y Noviembre, cuando empieza el calor (en el N.O. y N.E.).
Cuentan que una vez, el Pombero se enojó con un hachero de la provincia de Formosa: Marco Gavasa, lo sacó del rancho con cama y todo durante la noche y lo dejó en medio del monte. Esto mismo se repitió durante varias noches hasta que una vuelta lo golpeó y lo dejó paralítico. Marco Gavasa murió a los 86 años en el año 1972.
Quiere a los chicos buenos y golpea a los malos. Cuando uno le imita el grito o el silbido, éste le contesta en forma enloquecedora. Dicen que se lo ahuyenta con ajo.
Por su parte nos han contado que en Corrientes la historia es un poco distinta, allí es más parecida al duende norteño, pues es un petiso narigón con gran sombrero aludo y con gran dote masculino que aparece en los bananales a la siesta y suele perseguir en especial a las niñas. Apodado el duende sombrerudo o señor de la siesta a los niños se les hace dormir después del almuerzo para evitar encontrarse con él.



El Ucumar
 
Es un ser con apariencia de hombre petiso y panzón. Tiene el cuerpo todo cubierto de pelos con manos y pies muy grandes. Se dice que posee una fuerza extraordinaria y que sus gruñidos ensordecen. Se lo ha visto en la zona de pedemonte, por lo que se piensa que vive en cuevas de las montañas.
En Salta, se intentó ubicar a los ucumari conocidos como los únicos osos de Sudamérica, que habitaron, según se cree, hace miles de años. Tenían un collar blanco y todas las características de los úrsidos europeos o de Norteamérica. También se cree que el oso de anteojos, difundido en parte de América del Sur pudo haber sido el inspirador de este particular ser mitológico.
El Dr. Manuel Lizondo Borda, en su Estudio de las, Voces Tucumanas, (Derivadas del Quichua), explica así este vocablo: "Llamábase así a un Hombre casi bestial, feo, peludo, que vivía en los montes tucumanos, hace varios anos, y que ocupó mucho la atención pública hasta que fue preso por las autoridades: Se le atribuían raptos de muchachas. (Con este nombre se asustaba a los chicos, para quienes significaba algo así como el monstruo)".
Ucumar: es voz quichua y aymara y significa en ambos idiomas: Oso.
Con sus constantes aportes, el señor Marcelo Mirabal, de Jujuy, nos envió esta versión un tanto distinta de las oídas hasta el momento, diciendo que en la zona de las Yungas es muy conocido el Ucumar, al que también se le llama “UKUMAN”. En este caso, disintiendo con Lizondo Borda, enuncia que proviene de la voz quichua y quiere decir “cuerpo, parte material de un ser animado”. Eso es lo que era : sólo un cuerpo. Un cuerpo horrible sin alma aparente. Las cosas tan feas tienen prohibido rondar por el abanico de los sentimientos. Y era mujer, cubierta de pelos negros, largos, sucios, duros, pero elásticos. De las líneas de su rostro sólo se destacaban dos ojos pequeños, intensos, oscuros y hundidos. Los pelos que le nacían en la frente caían sobre la nariz y la boca, separados apenas por bufidos y manotazos a uno y otro lado. La boca era un tajo enorme y baboso, y los dientes salidos, aislados unos de otros, cada cual con su propio ángulo.
Si tenía senos o no era cuestión de polémica entre los habitantes de la aldea, mitad selva mitad andes.
Cuando nació, su padre quiso ahogarla. La madre, la protegió entre sus brazos y no la abandonó nunca. Tuvo más amor por el pequeño monstruo que por sus cinco hermosos hijos anteriores. Por su celo y por su pena fue quedando sola y enfermó. Mientras agonizaba, con más fuerza que nunca abrazó y miró a ese cuerpo extraño que ella había parido.
Arrancaron de su cuerpo, rígido ya el engendro que bramaba y aullaba. Quiso la suerte que fuera arrojada a un rincón de la enorme choza, hasta tanto se cumplieran los ritos funerarios con la madre. Cuando regresaron los hermanos y el padre sin saber que hacer, entre los murmullos de la otra gente, la encontraron acurrucada y lanzado sonidos extraños, como si llorara. No fue por misericordia que salvo la vida, Se había miedo en la choza.
Como no se le veían órganos genitales, pero sus piernas se manchaban de rojo cada luna, fue la “ucumara”.
Se hizo enorme, hosca y gruñona y al parecer, temerosa.
Uno de los hombres de la aldea, de su mismo tiempo, entre crepúsculos y soledades se acercaba furtivo a la aldea- choza con creciente asiduidad. No temía ni lo inmutaban los gruñidos y saltos ostentosos con que la “ucumara” retribuía sus visitas, que eran breves, pero tensas. Un día le arrojó frutas y otro día un trozo de carne humana. La tribu devoraba a los prisioneros de guerra y el dueño del enemigo muerto era el dueño del banquete. La “ucumara” comió y no dejó restos. Estaba entendido entonces que apreciaba el obsequio y por consiguiente el hombre lo repitió tantas veces como pudo, recibiendo en pagos gruñidos más suspirados, saltos menos agresivos.
Un día la aldea en pleno se encaminó al río distante, para cumplir la ceremonia anual de adoración a la creciente tumultuosa y atronadora que traía el deshielo de las cumbres blancas. El hombre regresó, eligiendo rincones para no ser visto y luego de una lucha feroz, violó a la “ucumara”.
A partir de entonces su hosquedad fue total y su furia aumentó. Odió a los hombres y al mundo circundante. Las piedras de su choza desaparecieron, arrojadas con increíble fuerza contra todo ser viviente que se aproximara.
Cuando no tuvo más piedras, huyó.
Regresó una tarde tormentosa y raptó a su violador sin que nadie se atreviera a detenerla, menos aún la víctima, vencida su resistencia a golpes y arrastrado de una pierna por los peñascos y huaycos hasta la pétrea guarida donde, imaginamos, llegó mas muerto que vivo. Allí tuvo que elegir entre la vida y las nupcias: escogió el amor, y por un tiempo su ritmo fue el ritmo de la “ucumara” que, ya grávida y desconcertada, con el abdomen hinchado y palpitante, pensaba más en sí, que en su complaciente prisionero. Un día creyó encontrar oportunidad, cuando el monstruo gemía con los dolores del parto.
Huyó de la caverna, rápido y temeroso, pero la “ucumara” entre rugidos y dolor, lo alcanzó. Le arrancó la cabeza y arrastró el cuerpo de su amor hasta la caverna. Entre llantos y convulsiones se lo comió.
Poco después nació otra UCUMARA, toda cubierta de pelos, negros, duros, pero elásticos, de la cabeza a los pies. Amamantó a su hija, le enseñó a comer carne roja y cuando el retoño ya cazaba con sus manos, con un rugido del alma, murió de muerte sencilla y se fue al cielo de los monstruos, en la paz de la montaña.
La leyenda se bifurca a partir del nacimiento del UCUMAR . Una vertiente afirma que el llanto del monstruo, por la muerte de su madre, era tan fuerte y desgarrados que llegó a los oídos de Wiracocha – espuma de mar- dios blanco de largas barbas rubias que gobernaba el Cuzco ( El Imperio Inca se extendía desde Peru hasta casi el centro de Argentina ) y para calmar su pena, le prometió la inmortalidad. Otro venero mitológico sostiene que Wiracocha se presentó al ucumar y para castigarlo por sus crímenes y lascivia, le dio la vida eterna vagando por los cerros y selvas. Así también lapidan a los violadores sobre quienes pendía la permanente amenaza de ser devorados por el ucumar.
La leyenda, de origen peruano, está muy difundida en Salta y Jujuy. En nuestra provincia se ubica al monstruo en los departamentos de San Pedro y Ledesma rondando los ingenios azucareros. La imaginación popular lo hacía prisionera o accionista de uno de ellos.



El Hombre Lobo

 
Los hombres lobo son licántropos que tienen rasgos de humano y de lobo. Son los licántropos más temidos por su agresividad y su naturaleza malvada.
Un hombre lobo tiene tres formas de licantropía; la de humano, la híbrida entre humano y lobo, y la de lobo.
En su forma humanoide es totalmente indistinguible del resto de los humanos. Su tamaño, inteligencia y demás características son las mismas que las de cualquier hombre.
En su forma híbrida tiene características de hombre y de lobo. Tiene el cuerpo cubierto de pelo, las piernas más cortas (aunque su tamaño total suele ser unos 30 cm. mayor que en su forma humana), la cabeza de lobo, manos de humano y una cola corta. Puede andar a 4 patas o erguido.
La forma de lobo es totalmente idéntica a la de cualquier lobo común de gran tamaño, excepto por sus ojos, que brillan en la oscuridad.
Los hombres lobo viven en manadas de unos 6 o 7 miembros. Están formadas por un macho, una hembra y los cachorros. Los cachorros permanecen en la manada hasta los 10 años, edad a la que un hombre lobo se considera adulto. Si un hombre lobo tiene descendencia con una mujer humana, el bebé es totalmente humano.
Los hombres lobo, en su forma humana, no suelen vivir en casas ya que no son seres muy sociables. Lo hacen en cuevas y madrigueras bien protegidas, donde mantienen a sus cachorros alejados del hombre. Los hombres lobo, en su forma animal, suelen ser nómadas y merodean constantemente en manadas buscando humanos y otras víctimas.
Los hombres lobo son enemigos de otros licántropos, como los hombres oso. Al ser muy salvajes y agresivos son enemigos de cualquier ser que se les oponga. Un hombre lobo sólo puede ser herido por armas mágicas o de plata. La táctica del hombre lobo es el ataque por sorpresa, y aprovecha sus temibles dientes para morder y desgarrar a sus víctimas.

El hombre lobo ha sido temido desde la antigüedad y es una creencia que se encuentra en todos los lugares del mundo. Los asirios hablaban de un monstruo parecido, el ekimmu, que luego de aterrorizar a sus víctimas, las devoraba. El vetala de la India y el Chi’ang Shi de China son monstruos semejantes.



La principal diferencia entre los vampiros legendarios y los hombres lobo consiste en que habría que estar muerto para ser vampiro, en tanto que los hombres lobo serían seres vivos. Así mismo, los vampiros adquirirían sus características por efecto de alguna maldición, mientras que el hombre lobo se metamorfoseara de una manera más o menos voluntaria. Se trataría por regla general de una persona que bajo ciertas condiciones favorables —la luna llena, el momento en que florecen ciertas plantas, los cambios de estación— se transformaría en lobo sin perder su condición humana.
En las regiones donde no hay lobos, las metamorfosis varían: así, hay en Asia hombres-tigre y hombres-zorro; en Rusia, hombres-oso; en África, hombres-león y hombres-hiena; y así por el estilo.
Durante la Edad Media todo lo que se necesitaba para ser acusado de hombre lobo era tener orejas puntiagudas, abundante vellosidad, dientes muy agudos o simplemente una apariencia poco tranquilizadora.
Irónicamente esto despertó amplio interés por convertirse en hombre lobo. Viejos manuales de magia contienen recetas o modos en lograr la metamorfosis. Esta podía ocurrir accidentalmente si se bebía agua de una poza en la que hubiera saciado su sed una manada de lobos, y para provocarla a voluntad bastaba con ingerir los sesos de un lobo, cubrirse el cuerpo con la piel del animal y esperar hasta una noche de luna llena.
¿Han existido verdaderamente los hombres lobo?, los médicos modernos aseguran que muchas de las características atribuidas a esos seres corresponden al cuadro patológico de la rabia: la melancolía, la ferocidad súbita, el horror al agua. Este último puede explicar las consejas según las cuales tanto hombres lobo como vampiros no pueden cruzar las corrientes de agua. Tales síntomas, conocidos para el hombre moderno, eran para el antiguo un fenómeno sorprendente.


 
Vampiro

Un vampiro es, según el folclore de varios países, una criatura que se alimenta de la esencia vital de otros seres vivos (usualmente bajo la forma de la sangre) para mantenerse activo. En algunas culturas orientales y americanas aborígenes, el vampiro es una deidad demoníaca o un dios menor que forma parte del panteón siniestro en sus mitologías.
En la cultura europea y occidental, así como en la cultura global contemporánea, el prototipo de vampiro más popular es el de origen eslavo, el de un ser humano convertido después de morir en un cadáver activo o reviniente depredador chupasangre.

"Vampiro" es una palabra que comenzó a ser usada en Europa en el siglo XVIII y fue incluída por primera vez en el Diccionario de la Real Academia Española en la 9a edición de 1843. Tiene origen en el término "vampire" del inglés y francés, proveniente a su vez del término vampir en lenguas eslavas y del alemán. El cual se deriva del polaco wampir y éste a su vez del eslavo arcaico oper, del cual existen raíces indoeuropeas paralelas en el turco y el persa. Significa a la vez: "ser volador", "beber o chupar" y "lobo". Por otra parte, hace también referencia a cierto tipo de murciélago hematófago.

Existen numerosos y variados rituales que se utilizaban para identificar a un vampiro. La comprobación mas socorrida consistía en la exhumación del cadáver sospechoso para verificar directamente si tenía las características tradicionales y destruirlo, practica que llegó a ocasionar numerosas profanaciones de tumbas.
Uno de los métodos descrito por el abate Calmet, citado por el padre Feijoo, para localizar la tumba de uno consistía en guiar a un muchacho virgen montado en un caballo también virgen a través de un cementerio; el caballo se negaría a avanzar sobre la tumba en cuestión. Generalmente se requería que el caballo fuera negro, aunque en Albania era necesario que fuera blanco. Que aparecieran agujeros en la tierra sobre la tumba era tomado como un signo de vampirismo.
Otra evidencia de la actividad de un vampiro en la localidad incluía la enfermedad y muerte de familiares o conocidos, así como del ganado, en los días siguientes a la muerte y enterramiento del sospechoso. Algunos también se manifestaban mediante pequeños actos similares a los de un poltergeist, tales como mover muebles de la casa, producir ruidos y dar golpes.



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