viernes, 10 de febrero de 2012

Sobre la muerte de Edgar A. Poe...




El 7 de octubre de 2009 se cumplió el aniversario de su muerte y, tratándose del maestro del misterio y del terror, resultaba imperativo montar una fiesta por todo lo alto.

Poe murió en 1849 en Baltimore (Estados Unidos), pero debido a que la noticia no se difundió, su entierro pasó desapercibido y sólo acudió una decena de personas. Ahora, 160 años después, Baltimore lo honra con un funeral público y numerosos festejos… desde la tumba. O quizás deba decir desde “las tumbas”.

El 3 de octubre de 1849 Poe, que entonces tenía 40 años, fue encontrado en las calles de Baltimore en un estado de delirio agudo. Se lo trasladó inmediatamente al Hospital Washington College, en donde murió en la madrugada del día 7. Nunca se supo cómo había llegado a esa situación, ni por qué vestía ropas ajenas; la prensa indicó como causa de la muerte una congestión o inflamación cerebral, aunque lo cierto es que los informes médicos se perdieron (hoy día se apuntan posibilidades como el delirium tremens, la epilepsia, la sífilis o el cólera). La leyenda dice que sus últimas palabras fueron:

¡Que Dios ayude a mi pobre alma!

Las circunstancias de su muerte y de su entierro provocaron que ni siquiera se pusiera una lápida sobre la tumba. Por ello y pasados unos años, varios admiradores lograron que los restos del escritor se trasladaran a una ubicación mejor y se erigiera un monumento en su memoria. De ahí que en el mismo cementerio haya dos tumbas de Poe: una, señalada por una lápida posterior (cuervo incluido), en el lugar original y otra, mucho más cuidada, en el sitio en donde supuestamente descansan ahora sus restos (“supuestamente” porque también hubo polémica sobre si el cuerpo exhumado correspondía, en efecto, a Poe).

Otro de los misterios en torno a la muerte de Poe es el del Poe Toaster. En la madrugada del 19 de enero (fecha de nacimiento del escritor) de 1949 un visitante desconocido, vestido con capa y sombrero negros y un bastón con empuñadora de plata, dejó su particular homenaje sobre la tumba: media botella de cognac y tres rosas rojas. Nunca fue identificado, pero acudió puntualmente a su cita anual hasta 1998, año en que falleció. Por cierto, en la Edgar Allan Poe Society de Baltimore se conservan varias de estas botellas.
Tras la muerte del Poe Toaster original, otro desconocido tomó el relevo en el ritual, pero ya no causó tanta simpatía al dejar algunas notas que “ofendieron” a los seguidores del autor. De hecho, en la cita de 2006 varios fans entraron en el cementerio con el objetivo de identificar y abordar al visitante desconocido. Un año después, un anciano de nombre Sam Porpora aseguró que la tradición la había inventado él a finales de la década de los sesenta, en un intento por revitalizar la congregación de la iglesia de Westminster. No obstante Jeff Jerome, uno de los gerentes de la Casa-Museo de Poe, asegura que la tradición es real. Me temo que sólo el espíritu de Poe podría aclararnos el misterio.
 


 
 
 

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