domingo, 1 de junio de 2014

La silla maldita de Busby

Tom Busby era un canalla, uno de esos que pasan más tiempo borrachos que sobrios y se ganan la vida robando, estafando y engañando. A pesar de ello, logró enamorar a la bella Kirby Wiske y se casó con ella aún contando con la tenaz oposición del padre de la muchacha, quien meses después de la boda todavía no perdía la esperanza de recuperar a su hija de las garras de semejante villano.
 
Una noche, tras regresar de la taberna, Busby entró en casa y se encontró a su suegro esperándole tranquilamente sobre su silla favorita, una vieja silla de roble con respaldo alto. Montó en cólera al oír cómo el padre de su mujer le comunicaba que aquella misma noche tenía la intención de llevársela con él de regreso al hogar familiar. Sin miramientos, lo tomó de las solapas y lo arrojó a la calle.
Probablemente Busby se encontraba muy ebrio. Tras darle vueltas de forma obsesiva a la idea de que su suegro no cesaría hasta llevarse a su hija, se dirigió a la casa de este, irrumpió en ella y lo asesinó, dicen que estrangulándolo con sus propias manos. Busby fue detenido, juzgado y condenado a morir en la horca. La sentencia se ejecutó en un lugar muy próximo a donde la pareja había vivido. Corría el año 1702.

En la actualidad, la casa de Tom Busby es una taberna que, en su honor, se llama The Busby Stoop Inn y lleva muchas décadas abierta. Se dice que su fantasma puede verse algunas veces paseando por ella, con la soga todavía al cuello, y que una vieja silla conservada allí hasta finales de los años '70 es la suya y está maldita. Cuentan que mientras lo arrastraban a los calabozos, Busby juró que cualquiera que se sentase en ella moriría al poco tiempo de una forma tan repentina y violenta cómo lo había sido su propia muerte. Y, según afirman, la maldición ha venido cumpliéndose desde hace tres siglos.
 
A la silla se le atribuyen más de sesenta víctimas, aunque estas siempre podrían deberse a una casualidad. Entre ellas se cuenta un piloto de la RAF muerto en combate; un automovilista fallecido a causa de un accidente de tráfico; un autoestopista atropellado tras salir de la taberna... Estas personas murieron después de sentarse en la vieja silla del Busby Stoop Inn, dentro de un plazo que va de unos minutos a meses. En principio nada anormal, más allá de la coincidencia. No obstante, el propietario de la taberna durante los años '70, Simon Theakston, afirmaba estar convencido de que la maldición era auténtica, y consideraba que durante los últimos 200 años se habían producido demasiadas muertes relacionadas con la silla como para tratarse de una casualidad. En 1978 decidió deshacerse de ella entregándola al Thirsk Museum, en donde se exhibe desde entonces, sujeta por cadenas al techo de una sala para que de esta manera nadie pueda sentarse en ella.