Su nombre deriva de los términos mapudungun Kalewtun que significa
"transformar" y che, "gente"; es decir "gente transformada",
aunque también recibe otros nombres como "Buque de arte", "Barcoiche", "Buque de
fuego". Se cree que su origen data de una versión modificada de la leyenda del
"Holandés errante", o lo que es más interesante, de un barco real navegado por
un pirata, también holandés, llamado Vincent Vaneucht que recorrió el
archipiélago chileno con sus fechorías y contrabandos. El barco en cuestión
desapareció sin dejar rastros, seguramente producto de un naufragio.
Según Gabriela Mistral...
"El Caleuche es un barco pirata, es decir,
un forajido del agua noble, que para cumplir mejor sus aventuras corre millas y
millas por debajo de ella, tan escondido que en semanas y meses se le pierden
las trazas y parece que ya se ha muerto o ha dejado por otro el mar de los
chilotes. El mar ha pactado con él desde todo tiempo y le cumple el convenio de
esconderle al igual que sus madrépoas y sus últimos peces de
pesadilla.
Pero de pronto, en la noche más sola de
aquellas del Sur, el Caleuche saca entero su cuerpo de ballena y corre un buen
trecho a ojos vistas, navegando a toda máquina (que las tendrá), casi volando,
sin que pueda darle alcance ni barco ballenero ni pobrecita lancha pescadora a
los que se le ocurra seguirlo.
Aquello que corre, a la vista de los
pescadores locos de miedo, es un cuerpo fosforescente, de proa a popa, sin
velas, que de nada le servirán, cuya cubierta pulula de demonios del mar y una
tribu de brujos asimilados a ellos. Y el todo, aperos y equipaje, ofrece un
aire de festival o de kermesse, arrancada a la costa y que va por el mar
corriendo una cita para solemnidad aún mayor.
El Caleuche puede ser criatura por si misma
y puede ser industria suma de los demonios hecha oro del mar, y cáñamos del mar,
y azufres del mar, que lo convierten en organismo o fábrica de fuego.
El Caleuche no se puede decir exactamente
que es, por no parecerse a otra cosa que al Caleuche. Puestos en el aprieto
de definirlo, tartamudeamos negaciones. No es una ballena, aunque se le parezca
en su maña para voltear las barcas de pesca, y "no" es un buque, aunque así lo
digan sin otra razón que la de navegar válidamente y siempre.
El Caleuche lleva consigo, pues la
tripulación, que dijimos de demonios luminosos y de brujos "de gran parte". De
los demonios no se sabe otra cosa que su índole contra-ángeles; de los brujos se
sabe que llevan la cara vuelta hacia la espalda y la pierna izquierda torcida
como la cara y además encogida; caminan la cubierta saltando sobre un pie y son
esperpentos toda la vida".
Además de los datos aportados por Gabriela
Mistral, son conocidas muchas otras cualidades del Caleuche tal como lo cuentan
distintos folkloristas y personas de la región. Por ejemplo que es esquivo y
que no le gusta ser visto de frente; si algún cristiano se atreve a hacerlo
recibe una maldición que le tuerce el cuello o bien cae súbitamente muerto en el
mismo lugar. Para poder mirar esta nave hay que hacerlo de soslayo o sin que
ninguno de su tripulación se percate de ello. Tiene la facultad de hacerse
invisible, aunque también puede transformarse en un tronco, un banco de algas,
rodearse de una espesa niebla, convertirse en una ballena o un aparente grupo de
aves marinas.
Este buque endemoniado
se nutre de tripulación con los muertos y desaparecidos de naufragios, cuando
estos ocurren, aparece el Caleuche para subirlos a su cubierta y mantenerlos a
su servicio durante un siglo mediante un pacto infernal. A algunos de estos
obligados marinos, al transcurrir de un año, se les deja visitar una noche a su
familia a quienes le dejan una bolsa con monedas de oro, plata, anillos y
collares, que es el pago por los servicios que cumplirá el desdichado, se dice
que su aspecto es siempre el mismo de aquel día en que naufragaron, aunque se
presentan como zombis, seres sin voluntad, muertos en vida. A bordo del barco
son tontos y desmemoriados, pues a los que controlan a la tripulación no les
interesa que se sepa de qué sumergidas ciudades maravillosas obtienen sus
tesoros, aún así, si alguno que hubiere visto tales maravillas tiene el desatino
de hablar de ello es severamente castigado y perdido para siempre.
La historia de Caleuche ha inspirado la realización de la película "LA NAVE
DE LOS LOCOS" (Ricardo Wullicher - 1996). Esta coproducción argentino-española,
comprendida en el denominado "realismo mágico latinoamericano", nos habla sobre
la defensa de la tierra y el ecologismo. Fue rodada en la Patagonia, y narra el
enfrentamiento entre una comunidad de indios Mapuches que se niegan a abandonar
las tierras sagradas de sus antepasados y unos constructores que quieren
levantar en el lugar un complejo turístico de alto nivel. Un cacique, obrando
dentro de la ley de su pueblo, incendia el lugar para proteger las tierras, e
involuntariamente provoca la muerte de un joven. Una vez llevado a juicio se
niega a defenderse, y espera un acontecimiento mágico: la llegada de Caleuche,
la nave de los locos.