Esta historia tiene como protagonista principal a la tumba del Panteón Chase, esta tumba es una cripta de gran tamaño, construida en parte sobre la superficie y en parte bajo tierra y aunque en los registros de la iglesia se hace referencia a la tumba como la cripta Chase, en ella fueron sepultadas otras personas que no pertenecían a ésta familia.
Se construyó hacia el año 1742 por indicación de la familia Walrond, aunque ellos nunca llegaron a utilizarla y algunos años más tarde fue vendida a otra familia de apellido Elliot, pero al poco tiempo fue vendido por los Elliot a la familia Chase; que era considerada por muchos vecinos del lugar como una familia agresiva y violenta. El 31 de julio de 1807 el mausoleo recibió su primer ocupante, los restos de una mujer llamada Thomasina Goddard, pariente de los dueños del mausoleo fue enterrada allí en simple cajón de madera que colocaron en los anaqueles superiores de la cripta
Al año siguiente, fue enterrada una pequeña de dos años cuyo nombre era Mary Anne Chase en un pesado y sólido ataúd de Plomo. El 6 de julio de 1812, llegó Dorcas, una hermana mayor de Mary Anne, cuya muerte dio origen a algunas murmuraciones. Algunos comentarios indicaban que el tiránico padre de la chica la había atormentado hasta la desesperación, y que ella se había quitado la vida rehusando todo alimento.
El cuerpo de la joven estaba en otro ataúd de plomo y era trasladado por esclavos que mientras descendían por la escalera que conducía al interior de la cripta descubrieron con horror como el cajón de la joven Mary Ann había sido corrido hacia el otro extremo del cuarto y estaba cabeza abajo. Los hombres huyeron despavoridos del lugar aseverando que el hecho era obra de espíritus malignos.
El coronel Chase obligó a otros subordinados que acomodaran el ataúd descolocado y ubicaran el nuevo en el sitio que le correspondía mientras acusaba a bandidos esclavos por lo acontecido.
Cuatro semanas después la tumba tuvo que abrirse otra vez para recibir el cuerpo del jefe de la familia Chase, el honorable Thomas Chase, quien era, según la opinión general, uno de los hombres más odiados de la isla. Y conforme la luz de la lámpara fue iluminando la cámara, se hizo claro que algo extraño había ocurrido en el lugar. Los cajones no se encontraban en sus posiciones originales. El de la infante Chase había sido arrojado, con la cabeza hacia abajo, a la esquina opuesta, en tanto que el de la señora Goddard se encontraba sobre un costado, contra la pared.
Los ataúdes fueron colocados nuevamente, con todo respeto, en orden; se añadió el de Thomas Chase a la hilera y se cerró una vez más la cripta.
Desde ese momento pasaron cuatro años hasta que el 25 de septiembre de 1816, la lúgubre losa de mármol en la entrada del sepulcro se alzó hacia un lado para dar entrada a otro niño. Samuel Brewster Ames había muerto a la edad de once meses. Al entrar el grupo acompañante de dolientes a la cámara, clavaron la vista y se quedaron horrorizados. Los féretros habían sido profanados nuevamente. Los cuatro cajones yacían volcados en salvaje desorden.
Los extraños acontecimientos fueron informados al gobernador de la isla Lord Combermere el que al comprobar con sus propios ojos lo ocurrido ordenó que se cubriera el piso del panteón con arena fina con el fin de que quien entrase para cometer su fechoría dejara marcadas las huellas a la vez dejó esparcidos por el lugar varios objetos de gran valor. Hizo cambiar además la vieja cerradura e indicó que sellaran la puerta de hierro con yeso y piedras. El gobernador plasmó su anillo en el cemento fresco a modo de sello de seguridad.
Sin embargo ésta seguridad no esclarecía los misteriosos hechos ocurridos ya que el cajón de la señora Goddard era una endeble caja de madera, fácil de mover. Pero el ataúd del señor Chase era tremendamente pesado. Estaba construido por un armazón interior de madera; la caja exterior estaba hecha de plomo. Con Chase dentro del féretro (un hombre gigantesco, que pesaba alrededor de 118 kilos) habían sido necesarias ocho personas para poner el ataúd en su sitio. Ahora se encontraba sobre un costado, varios metros hacia la izquierda del sitio donde había sido colocado. ¿Cómo habían podido los vándalos, cuando menos ocho de ellos, penetrar en la tumba y realizar su trabajo sin que se les hubiera visto?
En 1820 deciden abrir nuevamente el sitio y el gobernador de la isla acompañado de su secretario, Nathan Lucas y el reverendo Thomas Orderson entre otros presentes decidieron estar presentes.
La parte exterior del mausoleo estaba tal cual la habían dejado, sin señales de forcejeo ni alteración alguna en el sello del anillo, pero al derrumbar el cemento exterior descubrieron que había un féretro roto y que un hueso se asomaba por la rajadura, era el de Dorcas Chase. El de Mary Ann estaba apoyado cabeza abajo en el muro opuesto a la puerta, los 2 restantes desordenados por el suelo.
Por otro lado la arena estaba intacta y los objetos de valor estaban donde se los había dejado, nada parecía aseverar que la cripta se habría inundado o movido por un temblor ni que persona alguna pudiese haber entrado y además movilizado los pesados ataúdes. El secretario del gobernador tomó nota de la posición que tenían los féretros al momento de abrir el lugar.
Esta vez el reverendo Thomas Orderson, rector de la Iglesia de Cristo, junto con un magistrado y otros dos hombres, realizaron un registro minucioso de la cripta. Examinaron los muros y el techo abovedado en busca de humedad y encontraron el interior completamente seco. Escudriñaron el piso en busca de grietas y lo encontraron sólido. No había nada que ellos pudieran hacer, excepto supervisar la labor de colocar los féretros, una vez más, en el orden prescrito.
En cuestión de semanas, todos los habitantes de Barbados y de las Indias Occidentales británicas se habían enterado de los sucesos acaecidos en la Iglesia de Cristo. Multitudes de curiosos se dirigían al cementerio, para después agolparse alrededor de la cripta, e irritaban al reverendo Orderson con preguntas que él no podía responder.
Los curiosos tuvieron que esperar casi tres años antes de que se llevara al cabo la siguiente inhumación. El 17 de julio de 1819 el ataúd de madera de la señora Thomasina Clarke fue preparado para su sitio de descanso dentro de esa cámara de inquietud. No había ninguna duda acerca de la importancia de la ocasión. Aunque la señora Clarke había sido una persona de poca importancia mientras vivió, sus restos se vieron acompañados de la presencia del gobernador de Barbados, lord Combermere, los edecanes de éste, el comandante de la guarnición y por la mayor parte del clero de la isla, y por cientos de espectadores.
El cemento que sostenía la puerta en su sitio se encontraba sólido y sin tocar: algo del interior parecía estar resistiendo, algo pesado e inerte. Cuando la losa fue movida, se hizo claro de qué se trataba: el féretro del difunto Chase estaba atrancado firmemente contra la puerta de entrada, casi a dos metros de distancia del sitio donde había sido colocado.
Los otros ataúdes estaban dispersos. Los de los niños, que se habían colocado sobre los más grandes, yacían ahora sobre el piso de piedra. Únicamente la caja de madera de la señora Goddard se encontraba en el sitio donde había sido colocada.
A causa de los hechos inexplicables el gobernador hizo que el mausoleo se vaciara y trasladaran los cuerpos a otro nicho. Actualmente el panteón se encuentra abierto al público y puede acceder todo curioso que desee ver el sitio donde acontecieron los extraños sucesos siglos atrás.
Entrada a la cripta de la familia Chase vista desde adentro. |