La Iglesia de Santa Felicitas, en la calle Isabel La Católica, del barrio de
Barracas, se esconde una de las tragedias de amor más conocidas de la historia
argentina: la de la joven Felicitas Guerrero de Álzaga, en su momento conocida
como “la mujer más hermosa de la república”.
Con sólo 15 años, Felicitas
Guerrero se casó con Martín de Álzaga, un hombre mayor, hacendado y con unas de
las fortunas más importantes de esa Argentina de mediados del 1800. Poco
después, De Álzaga murió y Felicitas, con sólo 26 años, heredó su fortuna.
Dos hombres la pretendían: Enrique Ocampo y el estanciero Sáenz Valiente, quien finalmente logró conquistar el corazón de la joven. Al conocer que Felicitas se casaría con el estanciero, Ocampo no pudo soportar el rechazo y pidió hablar con ella. Comenzaron a discutir, y en un momento, él sacó un arma y le pegó dos tiros.
Al escuchar los disparos, los familiares de la joven entraron en la habitación. Vieron a Felicitas en el piso, bañada en sangre, y a Ocampo con el arma en la mano. Hubo un forcejeo, se la arrebataron y lo remataron. Felicitas, que agonizaba en el piso, murió poco después. Era un 30 de enero de 1872.
La familia de la joven construyó la iglesia en honor a la joven. Según la leyenda, todos los 30 de enero, por la noche, el espectro de Felicitas aparece entre las rejas de la iglesia y llora. Cuando el edificio fue restaurado por primera vez, el arquitecto notó que todos los ángeles tenían rota el ala derecha, el lado donde Felicitas recibió los dos disparos.
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