Al capitán Mujica le fue encomendada la tarea de proteger la Virgen del
Carmen, regalo del reinado español a la nueva Iglesia Mexicana. Al encallar en
México, le rindieron un gran banquete de celebración en su honor. A la fiesta
asistieron las mujeres más hermosas de la región y se dice que entre ellas había
una tal vizcondesa Saibfotkin.
El capitán Mujica, hombre de amores pasajeros y muchas mujeres, cayó embelesado por Saibfotkin, la que - después de meses de insistencia - aceptó el cortejo, pero el día del matrimonio desapareció. Para el Capitán aquello fue la mayor de las afrentas.
Se dice que su labor por esos tiempos fue paupérrima, por lo que se le quitó el honor del cuidado de la Virgen. Sumido en el fracaso emigró hacia el sur.
En Ecuador se vio involucrado en un robo de
joyas y fue preso. Al año de presidio logró escapar y, en su huida, fue
socorrido por una joven mujer, una bruja de las selvas, de la cual no existe
registro de su nombre.
La leyenda narra que, ante los ojos de Mujica,
la mujer le recordó a la ingrata vizcondesa Saibfotkin y motivado por una sed de
venganza le enamoró. La bruja entregó su corazón y después que el capitán
retirado sació su libido le abandonó.
En Perú, Mujica se comprometió
con una acaudalada doncella de gran dote, pero en su boda apareció la bruja a
quien dejó y, se relata, maldijo, en plena iglesia delante de la novia,
familiares e invitados, al sorprendido militar.
La maldición de la
bruja había sido conjurada para que Mujica jamás pudiere volver hacer feliz y
cualquier intento de prosperidad se vería enturbiado por la fatalidad, la
desdicha y el olvido. Mujica no tomó en cuenta las palabras de la bruja, su
matrimonio se realizó y continuó con todos sus planes.
Con el pasar de los meses la familia de la esposa de Mujica comenzó a tener diversos problemas financieros que en el transcurso de un año le llevaron a perder toda la fortuna. Solo lograron conservar la mansión donde vivían. El capitán intentó rehacer el patrimonio familiar, pero toda empresa que realizó se sumergió en el fracaso.
Con los años quedó solo y emigró a Chile. Aquí terminó trabajando para un terrateniente de la zona que, como una ironía del destino, se llamaba Críspulo Mujica. El Capitán descubrió que éste era un hijo ilegítimo, uno de los tantos que dejó en su vida. Críspulo cuando conoció la verdad de su padre, cayó en un severa depresión que lo llevó a la muerte meses después.
El gran capitán Mujica terminó viviendo como uno más de los criados de La mansión de Críspulo, al servicio de sus propios nietos que nunca supieron la verdad.
Don Críspulo Mujica y su esposa Virginia Valenzuela. |
Se dice que en su lecho de muerte, en el lugar
más masmórrico de la mansión, recibió una única visita de una misteriosa mujer
que jamás se supo su nombre, pero que Mujica conocía muy bien y que le recordó
que con su muerte la maldición no terminaría, dejando todo lo que llevara su
nombre en la más profunda de las tinieblas.
El año 2005, y después
de años de abandono, la gran casa Mujica se consumió en un incendio; hoy sólo
quedan restos de ella.
Imágenes de la mansión Mujica luego del incendio de 2005.
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