sábado, 11 de febrero de 2012

¿Zombies en Haití?

Ha habido mucho de leyenda sobre los zombis, como la célebre historia del General Nad Alexis, que disparaba contra el enemigo puesto en pie sin temor a las balas que atravesaban de parte a parte su cuerpo sin herirle. Como salía siempre vivo de todas las escaramuzas en que participaba, mientras morían los que estaban a su alrededor, se dijo que era un zombi, un "muerto viviente".
 

En octubre de 1936 apareció una mujer desnuda caminando por el borde de la carretera en el valle de Artibonite. Decía llamarse Felicia Felix Mentor, natural de Ennery, y se dirigía a la casa de su hermano. Estaba en un estado tan miserable que fue conducida al hospital de Gonaives, en donde uno de sus hermanos la reconoció. De acuerdo con sus declaraciones había “muerto” dos años atrás y había sido enterrada. El certificado de defunción y las declaraciones de su marido, y otros miembros de su familia, confirmaron el relato. Felicia había perdido por completo la facultad de hablar y se escondía cuando alguien se le acercaba. No era capaz de pensar coherentemente.

La noticia llegó a oídos de la doctora Hurston, quien visitó a la zombi en el hospital de Gonaives. Ahí logró fotografiarla, siendo ésta una de las pocas fotografías que se conocen de zombis.


Felicia Felix Mentor.



“La mujer ofrecía un espectáculo horrible –escribió Hurston-, su cara estaba lívida, con ojos de muerto; los párpados blancos rodeando los ojos, como si se los hubiesen quemado con ácido. No se le podía decir nada ni oír una palabra de sus labios, sino sólo mirarla, y la visión de aquel desecho era demasiado para soportarlo durante mucho tiempo”.


Zora Neale Hurston llegó a intuir la verdad. En su libro Tell my Horse, publicado en 1938, expuso su hipótesis y sus conclusiones extraídas de las pláticas sostenidas con los doctores que atendieron a Felicia:


“Hablamos largo rato acerca de las teorías sobre el modo en que una persona llega a ser zombi. Concluimos que no se trataba de un caso de resurrección, sino de una apariencia de muerte inducida por una droga, que muy pocos conocían. Un secreto traído probablemente de África y transmitido de generación en generación. Los hombres conocen el secreto de la droga y del antídoto. Es evidente que destruye la parte del cerebro que rige la palabra y la voluntad. La víctima puede moverse y actuar, pero no formula un pensamiento. Los dos médicos expresaron su deseo de enterarse de ese secreto, pero se dieron cuenta de la imposibilidad de hacerlo. Esas sociedades secretas son realmente secretas”.
Hurston estuvo a punto de descubrir que la causante era la Datura stramonium, que los haitianos llaman cocombre zombi, o pepino de los zombis: la flor sagrada de la Estrella Polar.

El nombre de esta planta proviene de la palabra dhatureas, que eran bandas de ladrones de la India antigua. En ese país, tanto los asaltantes como las prostitutas utilizaban esta planta para atontar a sus víctimas. El principio activo de la planta actúa tópicamente, y una dosis relativamente pequeña provoca alucinaciones e ilusiones enloquecedoras, seguidas de confusión, desorientación y amnesia. Dosis más elevadas causan el estupor y la muerte. Felicia Felix Mentor pasó treinta años en ese estado.


Felicia Felix Mentor años antes.
La misma Zora Houston cita el caso de otra joven, María M. de la buena sociedad de Haití, que varios años después de su muerte ocurrida en 1907, fue encontrada por una antigua compañera de escuela en una calle de la ciudad. Su familia que no sabía qué hacer de ella, pues estaba completamente "ausente", la encerró en un convento francés. Antes, para asegurarse, hicieron exhumar el cuerpo de la tumba, hallando los restos de un hombre y una ropa diferente a la que llevó la difunta al ser enterrada.

Los campesinos de Haití siempre han sabido que los hunganes y las mambos, bokops, zobops y demás representantes de la magia negra eran capaces de fabricar zombis, previa invocación al Barón Samedi, para utilizarlos como esclavos en los trabajos de las plantaciones. Sin embargo, hay quienes niegan rotundamente la existencia de los zombis.

Muchas familias de Haití, ante el temor de que sus familiares muertos puedan ser desenterrados y convertidos en zombis, se aseguran de que esto no pueda suceder y antes de echarles la tierra encima, consideran que han de hacerles morir por segunda vez para lo cual les disparan un tiro en la cabeza o inyectan al cadáver un poderoso veneno. Otros los estrangulan y aún algunos han llegado a decapitarlos para impedir la "resurrección" por los brujos.

Otros, menos violentos, colocan semillas de sésamo (Sesamum indicum) en el interior del ataúd o una aguja sin cabeza con un hilo, con lo cual piensan que estarán muy entretenidos, bien contando las semillas o tratando de realizar el imposible de enhebrar la aguja sin cabeza. Así según sus creencias, no podrán atender las llamadas del bokó.

De lo expuesto, anecdótico en su mayor parte, podemos sacar la conclusión que dado el grado de superstición del pueblo haitiano, de su bajo nivel cultural, de sus creencias religiosas místicas en el vudú, no tengan la menor duda de la existencia de zombis, así como de la capacidad de sus bokós, mambos y hunganes para fabricarlos, pero muchos saben que si es posible hacer un zombi, no es por ningún poder sobrenatural sino por el conocimiento que poseen de los venenos vegetales y animales, los representantes del vudú, especialmente algunos, conocimientos que se transmiten en el más absoluto secreto.

El propio antiguo Código Penal de la República de Haití en su Art. 149, aunque fue anulado en 1953, admitía la existencia de estas substancias y de estos actos criminales cuando decía:

"Se califica también de atentado por envenenamiento a la vida de una persona, al empleo que se haga contra ella de substancias que, sin causar la muerte, hubieran producido un estado letárgico más o menos prolongado, de cualquier manera que esas substancias hubieran sido empleadas y sean cuales fueren las consecuencias. Si como resultado de este estado letárgico, hubiera sido inhumada la persona, el atentado será calificado de asesinato".

Es evidente que el legislador conoció algunos de estos casos y que tomó en cuenta este tipo de delito.

Clairvius Narcisse es el otro caso. Fue declarado muerto a la una y cuarto de la tarde del 2 de mayo de 1962.
La historia de Narcisse es la más importante de todas ya que el hombre fue atendido en el servicio de urgencias del Hospital Albert Schweitser de Deschapelles, en Artibonite, en donde se conserva un registro preciso y digno de fiar. El hombre ingresó el 30 de abril a las 9:45 de la noche, sufriendo intensos dolores en todo el cuerpo y fiebre. Poco tiempo después comenzó a escupir sangre y los médicos que lo atendían no pudieron hacer nada. Narcisse sufrió hipotermia, náuseas e hipotensión, antes de quedar totalmente paralizado y encontrar la “muerte”. Sin embargo, conservó la conciencia hasta en la tumba, según contó después.
Sus hermanas, Angelina Narcisse y Marie Claire Narcisse, estamparon su pulgar en el certificado oficial de defunción. El cuerpo pasó al depósito de cadáveres, en donde permaneció por varias horas, hasta que lo llevaron a enterrar.
Su funeral fue conocido tanto por sus parientes como por sus amigos. Narcisse fue inhumado el 3 de mayo a las diez de la mañana en el pequeño cementerio situado al Norte de su pueblo, L’Estere.

“Durante todo el tiempo estuve consciente, aunque absolutamente inmovilizado. Escuché al médico cuando me declaró muerto y oí a mi hermana llorar. Cuando me metieron al ataúd y lo clavaron, uno de los clavos atravesó mi mejilla derecha, justo al lado de la boca. Pasó el tiempo, tal vez días, cuando escuché que me llamaban por mi nombre, y el suelo se abrió. Había tambores y gente que cantaba. Entre varios hombres me sujetaron y maniataron. Luego me golpearon con un látigo obligándome a caminar en la oscuridad de la noche. Caminamos durante varias jornadas ocultándonos de día, hasta que llegamos a una plantación de azúcar”.

En 1980 regresó a su pueblo natal asustando a quienes lo reconocieron. Clairvius se presentó ante su hermana Angelina utilizando el diminutivo con que lo conocía la familia desde su niñez. Narcisse contó que había sido un zombi y había trabajado como esclavo en una plantación de azúcar durante varios años.
Dijo que había sido su propio hermano quien había contratado a un bocor, Josef Jean, para convertirlo en zombi a causa de su herencia: Clairvius no quiso ceder su parte y eso selló su destino. Todo sucedió muy rápido: el domingo fue envenenado; el martes tuvo que ir a Gonaives, porque se sentía débil y con náuseas; por la tarde, al ingresar al hospital, tosía y respiraba con dificultad; al día siguiente, al medio día, entró en agonía. La lista de síntomas incluyen: edema pulmonar, trastornos digestivos con vómitos, dificultades respiratorias acentuadas, uremia, hipotermia, pérdida rápida de peso, hipertensión, cianosis y parestesia. Durante dos años permaneció trabajando como esclavo en la plantación de azúcar del propio bocor, en las inmediaciones de Ravine-Trompette, un pueblo situado al Norte cerca de Pilate, y no lejos de Cabo Haitiano. Junto a él trabajaba una docena de zombis que recibían una sola ración de alimentos por día. La alimentación era la misma que comía en su casa, sólo que no contenía sal. Uno de los cautivos, no se sabe por qué razón, dejó de comer durante varios días; luego pareció salir de su letargo y se reveló: tomó un azadón y mató al bocor Al morir el brujo, los zombis se dispersaron. Clairvius no quiso regresar a su pueblo por temor a su hermano y pasó dieciséis años vagando por diferentes zonas; ocho años los pasó en Saint Michel de L’Attalaye. Al enterarse de la muerte de su hermano, finalmente regresó a su pueblo.
La noticia dio vuelta al mundo y en 1981 la BBC llegó a Haití para filmar un documental. Ayudados de la familia redactaron una serie de preguntas que sólo el propio Clairvius podría responder. La entrevista se hizo justo sobre la tumba de Narcisse, en donde se puede leer “Ici repose Clairvius Narcisse”. Al llegar al cementerio se detuvo unos minutos, tratando de orientarse, y luego se hizo paso entre las apiladas tumbas hasta llegar a la suya. Ante las cámaras dijo:
“Ni siquiera estaba aquí cuando arrojaron tierra sobre el ataúd. Mi cuerpo estaba aquí, desde luego, pero yo flotaba en algún lugar indeterminado. Podía oír todo lo que sucedía. Entonces llegaron. Tenían mi alma en su poder. Me llamaron y la enviaron a través del suelo. Pensaban que yo era un bourreau (verdugo), de modo que, después de pasarse la botella, me ataron los brazos a los costados. Después fui citado a juicio, para ocho días más tarde. Son los amos de la tierra y hacen lo que les place”.
Clairvius no fue bien recibido en L’Estère, dijo que al llegar los aldeanos se burlaban de él y que incluso su familia le pidió que se retirara. Su propia hermana le ofreció dinero para que se fuera. Todos le tenían miedo. Pronto se armó gran alboroto y llegó la policía. Tomó a Clairvius bajo su protección y, tratando de evitar una tragedia, lo encerraron en la cárcel para protegerlo. Luego fue trasladado a la misión baptista. Finalmente el doctor Douyon se hizo cargo de él.
Natagette Joseph, otra de las zombis tratadas por el doctor Douyon, nació en 1920 y murió en 1966 en una refriega a causa de unas tierras. El cuerpo de la mujer fue llevado a la comisaría en donde el policía a cargo firmó el certificado de defunción, por ausencia del médico. En 1980 fue reconocida mientras vagabundeaba en torno a su pueblo, por el mismo policía que había certificado su muerte.
A finales de 1980 los medios de comunicación de Haití informaron del descubrimiento de un grupo de personas que se comportaban como retrasados mentales. Vagaban sin objeto cerca de la costa Norte del país. Rápidamente los campesinos los identificaron como zombis. La policía los capturó y los envió a Cabo Haití, en el destacamento militar. El ejército se encargó de regresarlos a sus comunidades de origen.
Tanto Ellen como Narcisse están siendo tratados de rehabilitar en el Hospital de Romain, aunque se avanza poco en ellos, ya que la falta de oxígeno afectó sus cerebros.
Según se cree, los dos zombis que se tienen en estudio, están ahí porque se cometieron sendos errores con ellos. En el caso de Ellen, el bocor murió bruscamente, por lo que ella quedó liberada sin proponérselo. En el segundo, uno de los encargados de darle un brebaje le dio por equivocación sal, y esto provocó que se rebelara y saliera del control del sacerdote.


Haití es el país de América que menos médicos tiene y el índice de mortalidad es muy elevado. Además, a causa del fuerte calor tropical, los muertos son enterrados a las 24 horas, por la rápida descomposición, con lo cual existe la posibilidad de que alguno no lo esté sino que se encuentre en estado cataléptico o bajo la acción de alguna substancia tóxica. La posibilidad de ser enterrado vivo en Haití es muy alta, equiparable a la que pudo existir en la Edad Media en Europa, donde era un fenómeno harto frecuente.

Un zombi se distingue por su estado de semi-inconsciencia, letárgico, brumoso, como si estuviera entre la vida y la muerte, el aire ausente, ojos apagados, vidriosos y la entonación nasal o gangosa de su voz, lo que es propio de los guedé o genios de la muerte. El zombi oye, incluso habla, pero no tiene recuerdos y no es consciente de su estado. Así se le puede utilizar como una bestia de carga a la que su amo explota sin piedad, obligándole a trabajar en la más duras tareas del campo, e incluso en tareas peores, como robar las cosechas de sus vecinos.

Como su docilidad es total mientras no se le dé comida que tenga sal, no hay peligro de rebelión. Se cuentan casos en que el zombi comió cosas saladas y en un súbito acceso de rabia, mató al "amo" y huyó en busca de su sepultura incendiando antes la casa y destruyéndolo todo a su paso.

Los jamaicanos conocen una planta de la familia de las Solanáceas llamada "branched calalue", conocida también en Haití, tan tóxicamente activa que es capaz de provocar un estado de "muerte aparente" en el que no se pueden percibir ni los latidos cardiacos, con lo que se da por muerto al sujeto sin estarlo.

Otra de estas sustancias es conocida con el nombre de kingoliola, que también produce la parálisis momentánea y un cuadro de muerte aparente.

La norteamericana Eda Taft estudió en Haití una planta narcótica llamada "tuer-lever" (matar-levantar) sólo conocida por algunos hunganes, que según sus informantes fue traída de África y secretamente sembrada en lugares muy apartados de la selva haitiana sólo conocidos por el hungan o el bokó que sabe cómo utilizarla. El secreto es celosamente guardado.

Los zombis no son muertos, sino personas narcotizadas o intoxicadas con poderosas substancias, a los que equivocadamente se considera como muertos. El bokó aprovechará la tranquilidad de la noche, desenterrará el supuesto cadáver y le reanimará con técnicas que él conoce dejándole en un estado letárgico, muchas veces obtenido con la administración de alucinógenos como las Daturas tan comunes en las selvas tropicales.

Con el nombre de calalú se conoce una planta de la familia de las Phytolacáceas (Phytolaca rivinioides KB), de tallo carnoso, color rosado o purpúreo, de hasta un metro de altura, cuyas raíces son venenosas, muy semejante por sus propiedades a otra planta de la misma familia, la Phytolaca icosandra.

Algunos hunganes utilizan la planta tóxica por vía digestiva, pero otros utilizan ciertos polvos que actúan por contacto. Cuando el polvillo tóxico se pone en contacto con la piel de una persona, se absorbe a través de la piel y se produce el efecto zombi.

Las recientes investigaciones realizadas en Haití han llevado a la conclusión de que no es una sino varias sustancias las que son conocidas por los hunganes para producir estos efectos, pero estas experiencias han llevado a la conclusión de que sólo servirían para enmascarar el verdadero tóxico que es la tetrodontoxina.

La tetrodontoxina es producida por unos peces de la familia de los Tetrodóntidos que son conocidos desde muy remota antigüedad por su acción tóxica. Nada menos que en un jeroglífico de la tumba del Faraón Ti (2.500 a.C.) ilustra ya la toxicidad del llamado puffer-fish (Tetrodon spp.)

Estas especies que se encuentran en diversos mares del mundo, son especialmente frecuentes en el Caribe. Hay más de 50 especies de la familia de los Diodóntidos (Urchin-fishes), de los Tetradontidae (fugu, puffer-fish, bowl-fish) y Molidae (Sun-fishes). Todos son venenosos, ictiosarcotóxicos.
Pez balón, fuente de
la tetrodontoxina.
El envenenamiento o intoxicación por tetrodontoxina se caracteriza por la rápida aparición de síntomas a los 5 a 30 minutos de la ingestión del pescado. Se presenta un estado de debilidad general, náuseas y mareos, palidez, parestesia, hormigueo en labios, lengua y garganta, manos y pies seguido de pérdida del conocimiento.

No se presentan vómitos a pesar de las náuseas. A medida que avanza la intoxicación se produce palidez, sudoración, dificultad respiratoria, hipotensión, mialgias, dolores, opresión precordial y cianosis, terminando el cuadro por convulsiones y parálisis. La muerte puede sobrevenir por parálisis respiratoria entre las seis a veinticuatro horas después de la ingestión del tóxico.

Los hunganes de Haití conocen perfectamente estos peces así como sus efectos venenosos. Saben cómo utilizarlos, probablemente asociados con substancias narcóticas o alucinógenas y ese ha sido su secreto celosamente guardado.

Unos por este procedimiento han pretendido ser capaces de resucitar a los muertos lo que les ha creado gran prestigio entre sus supersticiosos paisanos. Otros han utilizado la zombificación para conseguir mano de obra barata como forma de enriquecerse. Y mientras tanto han ido cubriendo sus conocimientos con el velo del misterio y del ritual vudú.

Zombis ha habido y probablemente los hay todavía, pero no se trata de muertos resucitados sino de vivos infelices intoxicados, drogados, preparados con propósitos criminales.



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